jueves, abril 06, 2006

Los primeros pasos



Hace muchos años, haciendo un taller de guión cinematográfico me pidieron como ejercicio que contara la historia de La Caperucita Roja.
Había comprado el psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bettelheim y al cabo de leer el capítulo dedicado a este cuento, me dije ¿cómo es esto?, yo soy la caperucita roja. El ejercicio concluyó con una autobiográfica Minifaldita Roja.
17 años más tarde, volviendo sobre el tema a raíz de un concurso de ilustración, sorpresivamente me encontré ante la misma reflexión. ¿Otra vez yo?

Por supuesto, las circunstancias eran diferentes. Y ahora ya no se trataba de no saber quien era el lobo, sino de mi afán por transitar –o elegir–, las más de las veces, el camino oscuro.
Caperucitas, madres, abuelas y lobos. Cuatro personajes unas veces, todos el mismo en otras.

Frente al ejercicio de ilustrar, en esta última oportunidad, debía decidirme por una de las versiones del cuento. Hay tantas y, tan enquistadas, que hasta en la original se intuyen, velados, fragmentos que en las posteriores son explícitos.

La versión de Perrault parece ser la primera llevada al papel. Este relato forma parte de una colección de ocho cuentos: “Cuentos de mi madre la Oca”, con que el autor inaugura el género literario de los cuentos de hadas.
Pues bien. Al momento de comenzar, todavía no había decidido con cual versión quedarme.
No las leí. Me dediqué a bocetar desde mi imaginario ese conjunto de lugares comunes más arraigados: Caperucita, el bosque, y el lobo.

Empecé garabateando unas caras de lobo –el bosque iba como fondo–.
Un primerísimo primer plano hizo que los árboles del bosque se mezclaran con su boca. De estos bocetos surgió el primer relato ilustrado.

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